Son inevitables las ganas de llorar si, desnuda, pero llena de amor, la reflexión se me aparece inevitable.
¿Sabes? El pasado siempre será una constante directa, que, como punto de comparación, determinará la visión del hecho. Y es ahora esta constante la que se presenta como punto de conflicto.
Seré puntual. El amor inevitablemente va de la mano con el olvido, es como una carrera en dirección al abismo: el que llega primero cruza el puente y el segundo debe esforzarse por cruzar o caer… donde no decidir es hundirse en el abismo.
Pero en mis manos no está la decisión ahora, no me lo planteo como alternativa. Estoy sumida en el calor de tus brazos y es eso mismo lo que me provoca angustia y dicotomías destructivas.
No es tu culpa, es solo que tengo miedo de amarte y quedarme sumergida en una vorágine en la que tú no seas parte más que de mi propia subjetividad.
Duele mucho el olvido cuando eres tú el que precisamente no logra olvidar. Cuando la temporalidad regida por un reloj no importa, porque los tiempos internos son los verdaderos poseedores del sentido.
No creo que no me ames. Mientras me seco las lágrimas y me abrazas, sé que esto es recíproco, pero de todas formas nunca entenderás lo que siento aunque te esfuerces. Mi pasado me ha impuestos estructuras difíciles de superar.
Te amo tanto, te siento tan mío y a la vez me siento tan tuya que pensar en el abandono me resulta letal.
Malditas dicotomías.
¿Sabes? “Éramos simples piedras. Tu luz nos convirtió en estrellas”
¿Me dejas seguir amándote hasta que se apague la luz de nuestros ojos?