Corazoncito de mi vida! Los días vuelan y tu presencia llenada cada rincón de esta casa; el ejército de zapatitos en el recibidor, los libros y peluches desparramados en el living, tus manitos marcadas en la reja de la cocina, los diferentes juguetes escondidos en el espacio entre nuestras camas, son apenas síntomas de tu energía en constante movimiento. Tu impulso temerario despierta nuestro reflejo de protección a través de la negación y la reorientación -cuidado, no, bájate de ahí-, con descargas de adrenalina permanentes que se reflejan en la expresión de pánico de nuestras caras, que tanta gracia te causa.
A pesar de la tensión, todo se reequilibra con el sonido de esa risa pequeña, esos ojitos que destellan y la exhibición de los dientecitos más chiquititos que jamás vi, que me endulzan el corazón.
Mi mundo contigo está en permanente cambio, especialmente ahora que cada día eres menos bebé y más niña. Tu carita, tu cuerpo y tu forma de comunicarte han tomado una fuerza distinta, ¡si ya dices mamá y papá! y cuando despiertas, lo primero siempre es ¡mami! y me sacas una sonrisita que no puedo evitar.
Te amo, gracias por cada día rebosante de emociones, y por ser mi maestra en este camino que no puede llevarse sin estar provisto, en partes iguales, tanto de honestidad como de ternura.
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