Volvíamos de Puerto Rico, tras nuestra luna de miel, lo primero que nos contó Gustavo al ir a buscarnos al aeropuerto fue sobre un virus, un murciélago, un mercado, en China. Eso fue durante los últimos días de enero. Al principio fue solo una noticia, veníamos con la cabeza llena de recuerdos, sabor a playa, el cuerpo cansado y la ropa sucia, estábamos con la cabeza puesta en volver a casa.
Pasados los días, la noticia seguía en desarrollo, y la expansión del coronavirus se aceleraba. El coronavirus correspondió a un tipo de virus con síntomas que se relacionan a afecciones digestivas y respiratorias, que pueden variar en gravedad. Ejemplos de coronavirus que surgieron en animales y se traspasaron a humanos fueron la gripe asiática (H2N2) en 1957, la gripe de Hong-Kong (H2N3) en 1968, la gripe aviar con brotes en 1997, 2003 y 2013, el SARS en 2003 y la gripe H1N1 en 2009.
Mientras esto pasaba, surgió una teoría conspirativa del origen; dijeron que el coronavirus se había creado en un laboratorio, y comenzó a dar vueltas un video de las charlas TED sobre Bill Gates hablando de que la próxima gran amenaza eran los virus y posiblemente una pandemia, lo que agravó la paranoia. Algunos incluso se aventuraron en señalar que el proceso de vacunación que procedería al contagio tendría como objetivo implantar microchips en las personas.
Tras diversos análisis, dicha teoría se declinó, y las hipótesis apuntaron al traspaso del virus desde murciélagos a pangolines a humanos.
La emergencia de estos virus se encontró asociada a la gran cantidad de animales vivos conviviendo en un mismo lugar, por esto las industrias aviar y de cerdos, dado el hacinamiento en el que tienen a los animales, se ha vuelto propicia para el surgimiento de este tipo de virus, así como también los diversos mercados de China, donde los mercados húmedos son grandes atracciones dado el exotismo; aquí conviven distintas especies de animales salvajes vivos para preparación y consumo humano, sin apropiadas condiciones de distanciamiento, higiene ni menos salubridad. Esta alteración de los ecosistemas generó las condiciones idóneas para la generación y propagación del virus, por ello, dentro de las primeras medidas, se consideró el cierre temporal de los mercados en dicho país.
Alertado el mundo del virus, la OMS dispuso de una plataforma que indicaba diariamente, la cantidad de contagiados y fallecidos producto del COVID-19 por país, como se bautizó al coronavirus. El primer caso se registró el 1 de enero en Wuhan, China. El segundo caso fue en Tailandia el día 13 de enero, tres días después (16 de enero) ya se identificaba un nuevo contagiado en Japón, el día 20 el virus ya había llegado a Corea del Sur y Estados Unidos, y para fin de mes, ya había 26 países registrando algún contagiado por COVID-19.
A pesar de que el virus comenzó en China, su expansión fue muy rápida, especialmente por lo masivo y popular que se había vuelto viajar en avión, y que a la larga favoreció la proliferación de nuevas aerolíneas, aumentando la competencia y bajando los precios. Cabe destacar que viajar era considerado en el 2020 algo absolutamente deseable, vinculado a expandir la mente a nuevas culturas, paisajes y crecimiento personal.
El 31 de enero se registró el primero contagiado en España, y el 21 de febrero Italia, para fines de febrero el virus había arribado a los países donde se identificó una mayor cantidad de contagiados y fallecidos en la primera ola.
Por otra parte, China y Corea del Sur implementaron medidas drásticas, cuarentenas obligatorias y seguimiento de los casos contagiados. En el caso de Corea del Sur, se implementó un sistema de información de datos que favoreció el control, los medios mencionaron la inaplicabilidad de este control en Europa, dada la relevancia de la libertad individual y la importancia de la privacidad de la información. Por ende, solo fue posible en países con alto control social, en desmedro de las libertades individuales.
El caso de Corea del Norte fue distinto, ya que, se difundió por la prensa internacional que sólo había habido un contagiado, el cual había sido desaparecido para evitar la propagación del virus, y se cerraron las fronteras comerciales internacionales.
Los primeros síntomas fueron cambiando, estas modificaciones se atribuyeron a mutaciones del virus, afectando a otros órganos del cuerpo, como la afectación del olfato, y hasta daño cerebral. De esta forma, mientras a algunas personas apenas veían afectado su gusto y olfato, otros tenían afecciones al corazón, y los más críticos requerían respiradores artificiales dado el daño pulmonar. En Chile, se definió como población de riesgo a personas de tercera edad y bebés, o con problemas de salud preexistentes; hipertensión, diabetes, sobrepeso, entre otros.
La gran peligrosidad del virus se alojaba en su alta contagiosidad, pero también en la ignorancia de quienes negaron su existencia a pesar de las múltiples evidencias. Dado que no existía mucha información clara de este, en muchos países no se tomaron medidas inmediatas, y las poblaciones no tomaron conciencia de la peligrosidad, realizaron sus rutinas cotidianas sin considerar medidas de protección.
Además, muchos países se resistieron a medidas drásticas para evitar ver afectada la economía del país, pero no fueron solo decisiones institucionales, la precariedad de los trabajos flexibles dificultó a las personas recluirse y dejar de percibir ingresos. Por ello, se hicieron fundamentales gobiernos con un Estado de bienestar fuerte, que en Europa fue posible, pero no en América Latina, donde se dispararon los contagios, siendo Perú y Ecuador los más críticos en una primera fase, y Brasil en la segunda ola. Especialmente en Ecuador los muertos no alcanzaron a llegar a los centros médicos y se difundieron imágenes de cuerpos de fallecidos por COVID en la vía pública.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, el tiempo avanzó más rápido. Tras varias semanas las imágenes en los noticieros mostraban el colapso de los hospitales en Europa, falta de respiradores mecánicos, largas filas de cadáveres esperando nuevos cementerios. Comenzaron a circular imágenes de pacientes intubados despidiéndose por tablet, mediante videollamadas de sus familiares en Italia. La viralización de las imágenes fue recurrente. Sabíamos que llegaría en algún momento, y estábamos preparándonos.
En marzo se anunció el primer caso en Chile y nosotros, como medida preventiva, decidimos no volver a reunirnos con amigos u otras personas el día sábado 14 de marzo. La semana siguiente, se decretó teletrabajo y progresivamente muchos empleadores se sumaron a esta medida. El día 22 de marzo se decretó toque de queda nocturno a nivel nacional (de 22:00 a 5:00 horas) y el día 26 de marzo cuarentena en las comunas con mayor cantidad de contagiados (Santiago, Independencia, Providencia, Ñuñoa, Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea), las del barrio alto, sin embargo, no asumieron que debían prescindir de los servicios domésticos, de jardinería u otros, y el virus se extendió por todo Santiago y luego, a lo largo del país. Esto generó grandes críticas, ya que las grandes brechas sociales se acrecentaron, en bajas a los salarios de quienes menos ganaban y despidos, colapso de los sistemas públicos, con falta de insumos básicos como guantes, mascarillas o alcohol, volviendo más vulnerables a los vulnerables.
Dada la rapidez de la transmisión, como medida de contención, se establecieron restricciones al movimiento con estados de cuarentena que avanzaron progresivamente a casi todas las grandes ciudades y alrededores; Iquique, Antofagasta, Valparaíso, Rancagua, Talca, Concepción, Temuco, Puerto Montt, Punta Arenas. Estar en cuarentena significaba movilidad reducida en espacios públicos limitando el tiempo de libre circulación por semana. Carabineros dispuso de una plataforma web para poder solicitar permisos semanales, al principio se definieron 7 y luego se redujeron a 2 máximo, con motivos específicos y definidos por las autoridades. Se fueron agregando algunos motivos y quitando otros a lo largo de todo el año.
La expectativa jugó bastante, antes de instaurarse públicamente estos estados de cuarentena, se generó caos en todas las ciudades, las filas de los supermercados eran de cuadras, con alta demanda de servicios básicos. Recuerdo haber ido por harina y levadura y no encontré, quedaba muy poco de productos básicos necesarios; los más críticos fueron: papel higiénico, harina, levadura, arroz y leche.
Se cancelaron eventos deportivos y de diversión como conciertos, obras de teatro, cines, iglesias, matrimonios, bautizos, vacaciones, gimnasios, así como juegos para niños, parques y plazas.
Se permitió el funcionamiento a establecimientos de comida sólo con delivery, lo que generó algunas aglomeraciones afuera de variados locales comerciales, y que impulsó la delimitación de líneas de demarcación en el piso para resguardar la distancia para ingresar a locales de alimentos, ferreterías, farmacias e instituciones financieras, considerados de primera necesidad.
Las cuarentenas por comuna se fueron ampliando durante la primera ola de contagios, en la medida que fue aumentando rápidamente la cantidad de contagiados, sin embargo, se fueron rotando de acuerdo a la cantidad de casos activos. De esta forma, partieron las cuarentenas en los barrios adinerados, los que tenían más acceso a viajes internacionales y, de cierta forma, trajeron el virus al país. Sin embargo, en la medida que pasaron las semanas, los trabajadores de los barrios adinerados comenzaron a contagiarse, llevando el virus a los barrios más vulnerables de la capital, fomentando una crisis en el sistema de salud hospitalario. Esta crisis evidenció la segregación en la región metropolitana, ya que, quienes se enfermaron de coronavirus, tuvieron reacciones completamente diferentes dependiendo de la condición social.
Mientras los sectores de alto nivel socioeconómico bajo situación de contagio, mantuvieron una tasa de mortalidad baja, en los sectores populares la situación se volvió crítica, dada la generalización de enfermedades preexistentes en la población vulnerable, aumentando con ello la gravedad de los síntomas tras contraer el virus.
El primer miedo que se generó fue entorno a los contagios en cárceles y en asilos, y efectivamente se produjeron contagios masivos en estos espacios, y muertes especialmente en asilos.
Las mascarillas se definieron como obligatorias el 17 de abril y se cerraron escuelas y jardines infantiles. Dada la alta demanda, en una primera fase escasearon, pero luego se reguló todo; la falta de medicamentos, de mascarillas y de alimentos. Se impulsaron bastantes iniciativas populares para confeccionar mascarillas, especialmente para suministrar al personal médico de hospitales, los que acusaron falta de insumos para poder atender a la alta demanda e iniciativas de ollas comunes en poblaciones.
Gracias a la lentitud de las restricciones para frenar la propagación, el coronavirus seguía avanzando. La mesa de expertos técnicos gestada con el propósito de sugerir mejoras al proceso, criticó insistentemente al ministro de salud, señalando la falta de insumos básicos en hospitales como mascarillas y guantes para el personal médico y la transparencia de la información, y es que no calzaban las cifras con las tendencias de otros países. La cantidad de fallecidos en otros países tenía una tasa del 5% a 10% respecto de los contagiados, que en Chile apenas alcanzaba al 1%. El día 28 de mayo Jaime Mañalich señaló: "Hay un nivel de pobreza y hacinamiento del cual yo no tenía conciencia de la magnitud que tenía", lo cual fue recibido de muy mala manera en la población. Tras 3 meses transcurrida la pandemia, una acusación constitucional impulsó la salida de Mañalich un 13 de junio como ministro de Salud, asumiendo Enrique Paris, también vinculado a la Clínica las Condes.
Al día siguiente de asumir Paris (14 de junio), se difundió una entrevista en la red social instagram, donde estaban muy de moda los "lives", que eran entrevistas en un formato más relajado, en vivo. En esta un trabajador sexual difundió haber tenido una relación con Paris en 2010 cuando él era menor de edad, sin embargo, esto fue negado por Paris y no se volvió a hablar del tema.
Considerando que la cantidad de fallecidos aumentaba, al igual que en otros países, se generó un protocolo de tratamiento para fallecidos por o con COVID-19. El cadáver debía aislarse, envuelto en plástico, para evitar el contagio de los asistentes a su despedida. También se limitó la cantidad de asistentes a velorios y funerales a 20 personas, independientemente del motivo de muerte.
Sin embargo, las reglas en Chile hace tiempo aceptaban excepciones de acuerdo al cargo político/económico, tal fue el caso del funeral de Bernardino Piñera, tío del presidente Piñera, en el cual se excedió la cantidad de asistentes, se abrió el ataúd y se retiraron algunas mascarillas en la instancia fúnebre, incumpliendo el protocolo definido por el ministerio de salud. Evidentemente la subsecretaria de salud pública, Paula Daza, defendió el actuar del presidente, señalando el cumplimiento de los protocolos, ampliándose el cuestionamiento al actuar presidencial considerando el ahínco en mantener reglas apelativas al "apego a las normas", enfatizando la responsabilidad individual como única forma de reducir los contagios a nivel nacional.
Al asumir Paris, fue evidente que se habían estado escondiendo cifras y la cantidad de muertos se elevó fuertemente, aumentando las restricciones para movilizarse, tomándose el escenario un poco más seriamente, sin embargo, el peak de fallecidos del 2020 se llevó a cabo durante el invierno, alcanzando los 5.000 contagiados diarios y los 100 fallecidos por día, y cuando Paris asumió el cargo, se relajaron algunas medidas en pro de la economía, aceptando que lo peor ya había pasado.
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