La historia de mi vida ha sido defender mi libertad, mi capacidad para autogobernarme.
Con el objetivo de hacerme reflexionar y temer respecto a mi suerte, mi papá me dijo más de una vez que ningún hombre me querría como soy, lo cual debo reconocer, me hacía gracia. Recuerdo haberle respondido, -si los hombres de lo que hablas son como tú, entonces no me interesa-
Nunca he aceptado que me digan cómo debo ser.
En la medida que he ido creciendo (y madurando), he cambiado mi relación con los demás para no herir a nadie (he intentado ser más cortés o diplomática), pero eso no ha implicado necesariamente que me hayan dejado en paz.
Aunque, recuerdo a mi madre diciéndome -Bueno, siempre haces lo que quieres- y tiene razón, -Claro, es mi vida, yo tomo las decisiones, si quieres decidir algo, decide sobre la tuya-
Yo soy libre.
El día de mañana puedo irme y no volver.
Mi fuego no se apaga, por eso guardo,
porque si guardo,
no temo, y si no temo, soy libre.